Cynthia Rodríguez Leija
Tratamos de hablar - lo espléndido en una palabra - tratamos de referirnos a la noche, al emblema emocional de la criatura emancipada y le damos un tratamiento amoroso, no percatamos la sobriedad en esa noche de “La tierra más lejana” que dice:
NOCHE correr no sé dondeaquí o allásingulares recodos desnudosbasta correr!trenzas sujetan mi anochecerde caspa y agua coloniarosa quemada fósforo de ceracreación sincera en surco capilarla noche desanuda su bagajede blancos y negrostirar detener su devenir.
Nos acompañamos en sarcásticas figuras, una serie de imágenes, que están de más innombrables y vamos abriendo el ramillete de fronteras entre lo verbal y el elemento caleidoscópico, esa forma cambiante que de otra manera se tomaría como el lugar más común de la poesía “La eterna noche”. Pero si tratamos de manifestarnos en el límite, tal vez aparecería ante nosotros una imagen gastada que se traspolaría en una piedra angular obsesiva, en Pizarnik, lo dijeron otros: el fuego, la música, la niña, el otoño, la muerte, la locura, la noche.
En la voz excepcional de una poeta surrealista – ubicando esto ultimo en palabras del manifiesto de André Bretón en el cual se cita lo siguiente: “el hombre vuelve a ser como un niño recién nacido”- y desde esta perspectiva, exige a cada poema como un documento en el que se ilumina toda vida posible, un autorretrato no compasivo sino representando la exigencia franca de la metáfora exacta y la sinceridad de esta exactitud del gusto por el lenguaje, según ella misma lo nombró: “la culpa por el amor solitario a las palabras “.
Leo “La última inocencia” y encuentro los sitios del abismo, volvemos a toparnos con la noche, una noche de “Cenizas”, palabra en cuerpo presente aferradas a un sentido de identidad en un acto prohibido:
CENIZAS La noche se astilló de estrellas mirándome alucinada el aire arroja odio embellecido su rostro con música. Pronto nos iremos Arcano sueño antepasado de mi sonrisa el mundo está demacrado y hay candado pero no llaves y hay pavor pero no lágrimas. ¿Qué haré conmigo? Porque a Ti te debo lo que soy Pero no tengo mañana Porque a Ti te... La noche sufre.
Y caigo en la noche, la que me da una visión más violentada; la leo y la reconozco como una poeta fundamental quien nos reclama a través de su experiencia la revelación de una voz original, voz en la que se disuelve la ficción y se exhibe con un ropaje distinto que insiste en la interpretación combatiente de la escritura como un misterio; la noche no solo le pertenece sino que culmina sobre papel como una sombra bombardeada en la que nos cuenta sus victorias.
No podemos acortar el camino de sus logros sin referirnos a cada ensamble, cada sonido estructural que cae en la cuenta del elemento clave en el presente escrito, aunque ahora provista de más oscuridad en “Las aventuras perdidas”:
LA NOCHE Poco sé de la noche pero la noche parece saber de mí, y más aún, me asiste como si me quisiera, me cubre la conciencia con sus estrellas. Tal vez la noche sea la vida y el sol la muerte, tal vez la noche es nada y las conjeturas sobre ella nada y los seres que la viven nada. Tal vez las palabras sean lo único que existe en el enorme vacío de los siglos que nos arañan el alma con sus recuerdos. Pero la noche ha de conocer la miseria que bebe de nuestra sangre y de nuestras ideas. Ella ha de arrojar odio a nuestras miradas sabiéndolas llenas de intereses, de desencuentros. Pero sucede que oigo a la noche llorar en mis huesos. Su lágrima inmensa delira y grita que algo se fue para siempre. Alguna vez volveremos a ser.
Aquí la criatura refugiada, habitando los instantes de horas impenetrables donde ella, Pizarnik, se reinventa y sueña un mundo propio, tan propio que ampara la palabra en un contexto intimista; nos exilia, nos da una mano extendida para refugiarnos en su amado espacio, bajo el amparo de la palabra.
Las ausencias se tornan calidas, la vida está en el sol, el sol que parece ser la contraposición del subconsciente, la tragedia en su ausencia onírica; la noche se vuelve mas conciencia, un objeto que en si mismo será sustituido por otro dolor inexistente, la esperanza entre la duda y el olvido.
No me cuesta nada perderme, desaparecer en la soledad musical, refugiarme un momento en “El árbol de Diana” ese pequeño texto que me llama:
En la noche
un espejo para la pequeña muerta
un espejo de cenizas
Volvemos a reconocer el elemento infernal de la noche, la definición orgánica en la que se reconstruye una fragilidad tambaleante, provista de relevancias y de pocas palabras como en “Revelaciones” de “Los trabajos y las noches”
RevelacionesEn la noche a tu ladolas palabras son claves, son llaves.el deseo es rey.Que tu cuerpo sea siempreun amado espacio de revelaciones.
Y así revelando se teje el infinito en la “Extracción de la piedra de locura” donde quirúrgicamente se atraviesa hacia otra oscuridad, extirpando una flor de lila “Como agua sobre una piedra”
a quien retorna en busca de su antiguo buscarla noche se le cierra como agua sobre una piedracomo aire sobre un pájarocomo se cierran dos cuerpos al amarse
La locura, ese territorio que se descubre como la sombra en un espejo, la locura atrapada en el infierno musical:
Tratamos de hablar - lo espléndido en una palabra - tratamos de referirnos a la noche, al emblema emocional de la criatura emancipada y le damos un tratamiento amoroso, no percatamos la sobriedad en esa noche de “La tierra más lejana” que dice:
NOCHE correr no sé dondeaquí o allásingulares recodos desnudosbasta correr!trenzas sujetan mi anochecerde caspa y agua coloniarosa quemada fósforo de ceracreación sincera en surco capilarla noche desanuda su bagajede blancos y negrostirar detener su devenir.
Nos acompañamos en sarcásticas figuras, una serie de imágenes, que están de más innombrables y vamos abriendo el ramillete de fronteras entre lo verbal y el elemento caleidoscópico, esa forma cambiante que de otra manera se tomaría como el lugar más común de la poesía “La eterna noche”. Pero si tratamos de manifestarnos en el límite, tal vez aparecería ante nosotros una imagen gastada que se traspolaría en una piedra angular obsesiva, en Pizarnik, lo dijeron otros: el fuego, la música, la niña, el otoño, la muerte, la locura, la noche.
En la voz excepcional de una poeta surrealista – ubicando esto ultimo en palabras del manifiesto de André Bretón en el cual se cita lo siguiente: “el hombre vuelve a ser como un niño recién nacido”- y desde esta perspectiva, exige a cada poema como un documento en el que se ilumina toda vida posible, un autorretrato no compasivo sino representando la exigencia franca de la metáfora exacta y la sinceridad de esta exactitud del gusto por el lenguaje, según ella misma lo nombró: “la culpa por el amor solitario a las palabras “.
Leo “La última inocencia” y encuentro los sitios del abismo, volvemos a toparnos con la noche, una noche de “Cenizas”, palabra en cuerpo presente aferradas a un sentido de identidad en un acto prohibido:
CENIZAS La noche se astilló de estrellas mirándome alucinada el aire arroja odio embellecido su rostro con música. Pronto nos iremos Arcano sueño antepasado de mi sonrisa el mundo está demacrado y hay candado pero no llaves y hay pavor pero no lágrimas. ¿Qué haré conmigo? Porque a Ti te debo lo que soy Pero no tengo mañana Porque a Ti te... La noche sufre.
Y caigo en la noche, la que me da una visión más violentada; la leo y la reconozco como una poeta fundamental quien nos reclama a través de su experiencia la revelación de una voz original, voz en la que se disuelve la ficción y se exhibe con un ropaje distinto que insiste en la interpretación combatiente de la escritura como un misterio; la noche no solo le pertenece sino que culmina sobre papel como una sombra bombardeada en la que nos cuenta sus victorias.
No podemos acortar el camino de sus logros sin referirnos a cada ensamble, cada sonido estructural que cae en la cuenta del elemento clave en el presente escrito, aunque ahora provista de más oscuridad en “Las aventuras perdidas”:
LA NOCHE Poco sé de la noche pero la noche parece saber de mí, y más aún, me asiste como si me quisiera, me cubre la conciencia con sus estrellas. Tal vez la noche sea la vida y el sol la muerte, tal vez la noche es nada y las conjeturas sobre ella nada y los seres que la viven nada. Tal vez las palabras sean lo único que existe en el enorme vacío de los siglos que nos arañan el alma con sus recuerdos. Pero la noche ha de conocer la miseria que bebe de nuestra sangre y de nuestras ideas. Ella ha de arrojar odio a nuestras miradas sabiéndolas llenas de intereses, de desencuentros. Pero sucede que oigo a la noche llorar en mis huesos. Su lágrima inmensa delira y grita que algo se fue para siempre. Alguna vez volveremos a ser.
Aquí la criatura refugiada, habitando los instantes de horas impenetrables donde ella, Pizarnik, se reinventa y sueña un mundo propio, tan propio que ampara la palabra en un contexto intimista; nos exilia, nos da una mano extendida para refugiarnos en su amado espacio, bajo el amparo de la palabra.
Las ausencias se tornan calidas, la vida está en el sol, el sol que parece ser la contraposición del subconsciente, la tragedia en su ausencia onírica; la noche se vuelve mas conciencia, un objeto que en si mismo será sustituido por otro dolor inexistente, la esperanza entre la duda y el olvido.
No me cuesta nada perderme, desaparecer en la soledad musical, refugiarme un momento en “El árbol de Diana” ese pequeño texto que me llama:
En la noche
un espejo para la pequeña muerta
un espejo de cenizas
Volvemos a reconocer el elemento infernal de la noche, la definición orgánica en la que se reconstruye una fragilidad tambaleante, provista de relevancias y de pocas palabras como en “Revelaciones” de “Los trabajos y las noches”
RevelacionesEn la noche a tu ladolas palabras son claves, son llaves.el deseo es rey.Que tu cuerpo sea siempreun amado espacio de revelaciones.
Y así revelando se teje el infinito en la “Extracción de la piedra de locura” donde quirúrgicamente se atraviesa hacia otra oscuridad, extirpando una flor de lila “Como agua sobre una piedra”
a quien retorna en busca de su antiguo buscarla noche se le cierra como agua sobre una piedracomo aire sobre un pájarocomo se cierran dos cuerpos al amarse
La locura, ese territorio que se descubre como la sombra en un espejo, la locura atrapada en el infierno musical:
EL DESEO DE LA PALABRA
“La noche, de nuevo la noche, la magistral sapiencia de lo oscuro, el cálido roce de la muerte, un instante de éxtasis para mí, heredera de todo jardín prohibido…
... En la cima de la alegría he declarado acerca de una música jamás oída. ¿Y qué? Ojalá pudiera vivir solamente en éxtasis, haciendo el cuerpo del poema con mi cuerpo, rescatando cada frase con mis días y con mis semanas, infundiéndole al poema mi soplo a medida que cada letra de cada palabra haya sido sacrificada en las ceremonias del vivir”.
Se rompe el viento, tiemblan las frases en la imperceptible locura, se ilustra cada palabra en un caos intelectual y solitario, se concibe el mito, dolorosamente la muerte se vuelve un objeto petrificado con el que se da la bienvenida al mundo, una negación a renunciar al olvido; en este día, en esta tarde, en esta noche… no te olvidamos.
Cynthia Rodríguez
Nuevo Laredo, Tamaulipas
01 de Abril del 2009
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