sábado, 1 de agosto de 2009

Sacrilegio y Poesía



Abril fue el tiempo de encontrarnos.

Sin embargo, ahora seguimos reuniéndonos en torno al mismo tema que abordamos en la segunda lectura, Ad pedem lítterae, de Los Santos Días de la Poesía:


El lugar común, sacrilegio del poeta


Para prolongar la reflexión compartimos los siguientes textos:

Sin títulos de Propiedad - Carlos Acosta
Poesía

El lugar más común de todos.Vagabundeo sobre el quehacer poético. - Marisol Vera
Ensayo

Común soy - Fernando J. Elizondo Garza
Poesía

Razones para no semtir - Linda González
Poesía

Días seculares
Notas varias

...y es que de alguna manera, quien ejerce el quehacer poético busca el asombro en lo cotidiano, aunque acepte la talla regular de su tiempo.

¿Acaso sólo es la palabra lo que nos es común a todos?


Celeste Alba Iris

Sin Títulos de Propiedad

Carlos Acosta




Eso es estar vivo:

mirar desde la infancia un mundo que no entiendes

y después de los veinte y luego a los cuarenta

seguir sin entenderlo

Andar sin rumbo fijo los días los silencios

los dioses las historias

en busca de ti mismo

Resguardar sin pudor

la parte más ingenua de ti y de los tuyos

Acercarte seguro

de tus pies y de tu alma

al filo del abismo

Apurar el futuro

Vivir de los recuerdos

Celebrar las auroras cada vez que regresas

del mundo de los muertos

Y saber que en la sombra

muy cerca de tus pasos

el olvido te acecha

No es mi sueño viajar por el mundo

hablar cinco idiomas

o ganar la lotería

Nunca soñé un harem privado

escribir diez libros

o vivir cien años

Mis razones para ser feliz son más sencillas:

ir cada domingo cuando menos con mi madre

y saber que está viva

cantar con mi mujer con mis hijos

y saber que también ellos están vivos

caminar de noche a solas sin un plan determinado

y de ser posible

convertir el insomnio en letras

Puede ser que para muchos

mi filosofía recuerde la fábula de Esopo:

aquella del zorro que no alcanzó las uvas

y luego dijo con desprecio

al fin que están amargas

Puede ser

Pero nunca pasó por mi mente

tener servidumbre a mis órdenes

caminar por una alfombra roja

o ser besado por los dioses

Yo he preferido una vida sencilla:

seis o siete amigos

tres hermanos

y un cuarto de mi casa lleno de libros

dos árboles

una guitarra

un perro

y todas las mañanas

para despertar

un beso

nada más

pero nada menos


Julia pasa por la vida sin llamar la atención

camina de prisa

es diligente

cree en Dios

Sin que nadie se lo diga

aunque nadie la vea

hace lo que debe hacer

y sólo si es necesario

dice dos o tres palabras

yo pienso que por eso

nunca se mete en problemas

ya se sabe que hablar de más

nunca trae buenas ganancias

Si es feliz no lo sabemos

Si anda triste menos

Nunca se queja del mundo

y de ningún festejo hace alharaca

Julia va por la vida en silencio

de ahí que

un buenos días o un hasta luego

venidos de sus labios

sean un tesoro

Algunas veces he pensado:

ojalá yo fuera como ella

pero ese es otro cantar:

quizás mi mayor defecto

sea decir lo que pienso

Por ahora

estas letras son para Julia

esa menuda mujer

que pasa por la vida

sin hacer aspavientos


Lugar común son mis ojos rodando por el suelo

un gajo de luna

disnea de madrugada

desierto mi pecho y manantial de lágrimas

la cola de un dragón irrumpiendo en mis sueños

tú y yo desterrados del insomnio

tus labios tremulantes

y yo buscando a tientas

como mueren los ciegos

Me es común el desvelo sin causa justificante

los libros

el miedo a morir

las cervezas

un auto a media noche perdido en la ciudad

la culpa de los antros

lo solo de las plazas

lo terco de la lluvia –y todavía no es mayo

en tarde en llamaradas

la angustia de no ser horizonte

ahí cerca del júbilo

la nube salitrosa que me arde en los ojos

en viento enloquecido

la incontenible urgencia de ser un papalote

Me resulta ordinario

caminar por la línea

que separa a los cuerdos de los desquiciados

y saber

que es una cuerda floja

en lo más alto del circo

y sin red protectora

Quizás porque no soy

un hombre memorable

he concluido que así está bien

nací en anonimato

crecí desconocido

y es seguro que anónimo habré de morir

está bien así

digo sin atisbo de rencor:

mi vida no es otra cosa

sino un lugar común

El lugar más común de todos. Vagabundeo sobre el quehacer poético










Marisol Vera

Tal vez las palabras sean lo único que existe

en el enorme vacío de los siglos

que nos arañan el alma con sus recuerdos.

Alejandra Pizarnik

El silencio sólo tiembla más allá de las estrellas.

Si lo escucháramos

ni siquiera podríamos soportar su sombra.

Silvia Pratt

I

¿Y qué lugar no es común? Después de la primera palabra ya todo es retorno, memoria, reverberación. ¿No vuelve nuestra sed a la moldura exacta de su grito en la garganta de los nombres? ¿No aviva nuestra carne sus ecos milenarios en la nota que rompió el Silencio del Cosmos?

La Literatura es una búsqueda.

¿Dónde nace lo opuesto, lo diferente, lo extraordinario? El alba nos ofrece la posibilidad de convertirnos en otros, de multiplicarnos, de sernos extraños, mas a lo largo del día responderemos al único nombre conocido, el que hemos traído a cuestas desde hace veinte o treinta o sesenta años: afuera de ese nombre, de sus fonemas precisos, de la curvatura de sus vocales, se extiende una neblina difusa y opaca. Lo velado. Lo ajeno. Habitamos este abismo azogado. No hallaremos otro sitio a donde ir. El nombre nos encuadra, nos hace alguien, nos protege del vacío. En lo profundo de nuestro ego nos creemos especiales –si el Yo no se creyera especial se derrumbaría como una torre de arena. ¿Pero qué hay más común que uno mismo?

El escritor y el lector se encuentran mutuamente en la página para reinventarse. La fascinación de ser. El Universo vuelve a comenzar: se expande.

La literatura es, por definición, asombrosa. Y sólo produce asombro lo inesperado. Lo común es lo previsible, lo que ya conocemos porque ha sucedido antes. ¿Cómo logra renovarse la tarea del escritor si, ya, los primeros hombres le cantaron a la vida, al amor y a la muerte?

El lenguaje es la respuesta. El lenguaje y sus alcances poéticos. Sean alemanas, otomíes o chinas, las palabras van vestidas con las ropas del entendimiento humano, la música del mundo. Nuestra pluma, por intrincados que sean sus caminos, llega irremediablemente a un lugar común. Pero lo común, cuando es tocado por la Poesía, adquiere una luz milagrosa: la calle angosta y rutinaria que recorremos al amanecer –sus grietas, manchas y abolladuras– se nos revela como una senda infinita, multicolor; el escueto árbol que habíamos visto una y otra vez ondear junto a la ventana se torna, de pronto, un chamán misterioso, antiguo, sabio.

¿No levanta su marea, en cada uno de nosotros, el océano del tiempo?... El espejo, riguroso artesano, añade cada día un ángulo en el rostro, una diminuta variación en la voz, una imperceptible onda en la sustancia de los pensamientos. Como en lo fugaz –la impermanencia de los instantes– va contenido el germen de la eternidad, así el retorno se convierte en avanzada y lo común es siempre una puerta, un comienzo, un mar de posibilidades.

II

Menciona Alejandra Pizarnik, en un reportaje publicado por la revista Sur en 1970, que la poesía no es una carrera sino un destino. Casi cuarenta años después el quehacer literario ha tomado un rumbo menos romántico. En su afán de sobrevivir, el Arte arrima su pesada garganta a los abrevaderos de la globalización. ¿Será inevitable que se convierta en un objeto de consumo? El lector promedio de nuestros días busca libros que se beban rápido, como un refresco de cola, aunque no nutran, ni calmen la sed. Por mi parte sigo creyendo en la Poesía como destino, quizá porque en medio de la vorágine informativa del siglo, de su arduo golpeteo de imágenes, soy lo suficientemente pobre para quedarme a solas con el espejo y las letras (en una ocasión oí decir a cierta dama rica que sólo los pobres se vuelven escritores porque, como no les alcanza el dinero para ir al cine o a cenar, no tienen más remedio que quedarse en casa a leer).

¿Por qué Natura habría configurado destinos individuales en medio de una humanidad que, en conjunto, parece no tener sentido? Me inclino a creer que es una consecuencia lógica del Cosmos –el orden. No logro de otra manera explicarme la sincronicidad de los eventos que me han traído hasta aquí. La mujer que soy. Millones de átomos –cada uno de sus electrones, cada diminuto quark y su invisible sacudida– con minuciosa paciencia han formado nubes estelares, galaxias, planetas, montañas y seres humanos. ¿Por qué no obedecería mi vida psíquica y espiritual a este gran concierto armónico? ¿No es natural ver en todo hombre o mujer a una célula ordenada de la titánica Inteligencia que rige el Universo? Se trata de una cuestión matemática. No por ello tenemos la esperanza de la inmortalidad –¿para qué?

El monstruoso intelecto que moldea galaxias, tigres y semillas de sésamo, deja entrever su perpetua cartografía a través de la visión poética.

La Poesía me ha demostrado su existencia, ¿le habré probado yo la mía?

Nada más natural para Baudelaire que admitir en su oficio literario la presencia de la fatalidad: la negra, el signo misterioso dibujado en la frente de los poetas. Él y Poe han sido elegidos por el Hado para cumplir una tarea superior en el mundo. Son los tiempos en que el artista brinda en la penumbra con el Demonio, se deja llevar en el aire por súcubos de lumbrosa cabellera, recorre fantasmagóricos paisajes a los que jamás abandona la oscuridad. Los símbolos palpitan con fuerza. El silencio arde, lleno de significados. El poeta poseído, transmutador de la materia, será dueño de un siglo más: Huidobro y su autoproclamación como un pequeño dios, la escritura automática de los surrealistas, los beatniks y su ponche de alucinaciones…

¿En qué momento la llama de los símbolos comienza a languidecer hasta dejar un pabilo seco sobre la Historia de Occidente? El poeta pasa de ser un iluminado a un burócrata, una pieza en serie de la inmensa maquiladora de cerebros. En la era moderna, dice Jung, “el intelecto se apoderó del trono que antes ocupaba el espíritu”. ¿Y no es ahora, en los filos de la posmodernidad, la enajenación quien ha dado un golpe de estado a la Inteligencia?

Me interesa, especialmente, la situación histórica del arte en México: en su carácter de pueblo mestizo, con alrededor de 75 lenguas indígenas y numerosas expresiones culturales, ofrece a la Poesía un horizonte plural. Lo que se escribe en ciudades como el Distrito Federal o Guadalajara muy poco tiene que ver con la literatura de las comunidades rurales y semiurbanizadas. En 2006, en el seno de una velada literaria de Tantoyuca, Veracruz, escuché a un poeta nahua decir poemas cargados de profundo simbolismo: Dios, la Tierra, la fertilidad. Hacía un par de meses había oído a un escritor de Monterrey hablar, sin rastro de pasión, acerca de una salchicha dorándose en una parrilla eléctrica, dentro de un oxxo. Dos visiones de la realidad, o debiera decir dos realidades que cohabitan en un mismo tiempo, en el marco de la nación mexicana. Nuestra herida, vejada, sangrante nación mexicana.

Los antiguos poetas del Anáhuac edifican su poesía, flor y canto, en el afán de acercarse a la divinidad. Poesía gráfica. Pinturas que hablan. La Conquista destruye los templos, el modus vivendi, las bibliotecas, el mundo completo de estos cantores. Mas, por debajo de la nueva palabra, del nuevo Dios y de sus dogmas, subyacen los viejos ritos y sus símbolos. Advierte Miguel León-Portilla en su introducción a Quince poetas del mundo náhuatl: “la espiritualidad mesoamericana está lejos de haber muerto”.

En plena era tecnológica he visto palpitar sociedades simbólicas que no sólo están al margen de lo posmoderno: ni siquiera se ha instalado en ellas la modernidad. Mis días fluyen entre el norte de Veracruz y el sur de Tamaulipas. Mi niñez, anclada en el verde lomerío de Tantoyuca, fue permeada por los usos y costumbres de la cultura tének y la espiritualidad nahua del cercano municipio de Chicontepec. Desde hace doce años me muevo en Tampico, frontera entre la fértil región huasteca –el tének bíchou de sus primeros pobladores– y la zona norte de México. Con frecuencia observo en los artistas veracruzanos, en relación a los tamaulipecos, una identidad más unida a la Tierra, un peso mayor de los ecos ancestrales, ¿una renovación de la conciencia antigua o una negación de lo moderno?

En todo caso, hay en el vasto país huasteco una tensión entre las raíces históricas y el Individuo, entre la herencia de nuestras culturas originales y la occidentalización. Mi tarea personalísima es conjugar estas pulsiones en la Letra: lo comunitario y lo individual; lo perenne y lo efímero; lo arcaico y lo contemporáneo; lo mágico y lo racional.

El destino es una disposición genética, mental y espiritual, estrechamente relacionada con nuestro nivel evolutivo, que se nos revela como intuición o presentimiento. Vuelvo a citar a Jung: “Uno tiene el sentido de lo que debería y de lo que podría ser. Volver la espalda a ese presentimiento significa extravío, error, enfermedad”.

Buscar lo poético a través de la escritura implica un acto de fe. Nada nos garantiza a dónde habremos de llegar una vez embarcados en la página. Es posible que, pese al derroche de recursos retóricos, no logremos el anhelado encuentro. La búsqueda es, ya, una recompensa: nos reafirma, nos provee de significado, nos da sustancia.

III

Señala Octavio Paz: “El hombre es un ser que se ha creado a sí mismo al crear un lenguaje. Por la palabra, el hombre es una metáfora de sí mismo”. ¿Comienzan a existir los objetos al momento de nombrarlos? ¿Seríamos igualmente nosotros, lejos del otro que nos pronuncia?

El poema es la expresión más alta de la palabra. Un cauce adonde la Poesía deja ir sus aguas infinitas. Cada navegante en el fluir de las letras hallará su propio rostro multiplicado. Escila y Caribdis acechan en la oscuridad el movimiento de las naves. El verso final destella en el horizonte. ¿Alcanzaremos tierra firme?

El poema es una búsqueda perpetua, insaciable, voraz. Un retorno.

El océano.

Ítaca.

En las profundidades del verso, entre los remolinos del silencio y la tinta, el pensamiento puede, libremente, vagabundear. Ir y venir a su antojo sin el grillete de la razón. ¿A qué tipo de revelaciones nos acerca este viaje?

La visión poética nos ha dado, antes que la ciencia física, la certeza de mundos paralelos, universos poblados de fantasmas, escenarios donde la materia se desdobla, el sonido se derrite, la luz no escapa de sí misma.

Descubrimos que la Realidad es una suerte de gato de Schrödinger. ¿Quién de nosotros abrirá la caja?

“En la teoría cuántica –menciona Hawking–, todo lo que no está realmente vedado puede suceder y sucederá”. En la Poesía no hay nada prohibido: en el terreno poético todo ocurre.

Desde el pasado siglo el principal instrumento de la Ciencia no es, ya, una extraordinaria habilidad matemática, sino una gran imaginación, la capacidad de concebir el tiempo, el espacio y la materia con creatividad. Diríase de forma artística. ¿Y cuál es el bien mayor de los escritores sino un portentoso aparato imaginativo?

¿Es posible al escritor hacer predicciones igual que al científico? En una sociedad regida por la ortodoxia, ¿no prefigura sor Juana, a través de Primero sueño, el espíritu de la modernidad, la dolorosa caída en el Yo? ¿No adelanta Kafka, en su obra, el sentimiento de horror que vendrá con el Holocausto, el vértigo ante el absurdo de una época terrible? ¿No describe Bradbury, en Fahrenheit 451, la enajenación de nuestro siglo, el desprecio por la actividad intelectual en pro del espectáculo televisivo? En todos estos casos es la visión poética la que acude al templo de Apolo en busca del oráculo.

Saint-John Perse ha dicho: “En verdad, toda creación del espíritu es, ante todo, ‘poética’, en el sentido propio de la palabra. Y en la equivalencia de las formas sensibles y espirituales, inicialmente se ejerce una misma función para la empresa del sabio y para la del poeta”. El científico es racionalidad; el poeta, intuición. El territorio al que ambos llegan, el conocimiento.

La Poesía está viva. Existe. Es por derecho propio. Si bien el poema puede contenerla como una casa, ella elige instintivamente sus habitaciones. El poeta es el afortunado constructor de puentes entre el halo poético y la Palabra. Cuando los lenguajes se hayan gastado y la máquina del mundo absorba la sensibilidad humana, cuando no queden huellas táctiles en los espejos ni fuego en los amaneceres, la Poesía construirá su nido lejos del monstruoso aparato, a donde nadie la perturbe, en el Silencio original.

IV

Desde que imaginé la frase que abriría estas páginas hasta que pude teclearla en mi computadora, el tiempo trazó en mi reloj, al ritmo de un compás, un ángulo de 90 grados. Dejé la idea sazonar en mis neuronas mientras deslizaba la mano jabonosa en el cuerpo tibio de mi pequeño hijo y, luego, al freír un trozo de carne en la sartén –cuando se vive a tientas, acompañada de un bebé de quince meses, éstos son los mejores lapsos para filosofar. Han transcurrido ahora seis días. Se aproxima el punto final de mi ensayo. Y me descubro rutinaria, típica, normal –a fuerza de extravagancias uno acaba siendo predecible. Me palpo, me muerdo, me rasguño. Arranco desesperada las capas de realidad y debajo de mi piel estoy yo, desnuda, mirándome con sorna, ¿a quién esperabas encontrar?

¡Ah!, es una treta. Exclama mi vanidoso razonamiento: al saber que soy ordinaria estoy por encima de lo ordinario.

En esencia comparto una misma naturaleza con los manzanos, las garrapatas, las estrellas, los peces, los guijarros y los cometas. Todos hemos brotado de una sola raíz y nos dirigimos minuto a minuto al insondable piélago del Silencio. Claro, este argumento sirve, también, para considerarme singular: ¿no es notable que una larguísima cadena de circunstancias, en la vastedad del Universo, haya culminado precisamente en la mujer que ahora está cavilando acerca de ello?

Lo que pienso y escribo parte desde mí y retorna hacia mí. No podría ser de otra manera. El lugar más común al que siempre vuelvo soy yo misma.

Tampico, Tamaulipas, abril de 2009

Bibliografía

Alejandra Pizarnik. Prosa completa. Lumen, Palabra en el tiempo. Barcelona. 2002. 319 pp.

Miguel León-Portilla. Quince poetas del mundo náhuatl. México, D.F. 2003. 339 pp.

Octavio Paz. El arco y la lira. Fondo de Cultura Económica. Lengua y estudios literarios. México, D.F. 2003. 307 pp.

Saint-John Perse. Lluvias Pájaros. Leviatán. Buenos Aires, Argentina. 1997. 78 pp.

Silvia Pratt. Isla de luz. conaculta. Práctica mortal. México, D.F. 2004. 77 pp.

Stephen Hawking. Agujeros negros y pequeños universos. Planeta. México, D.F. 2004. 191 pp.


Común Soy








Fernando J. Elizondo Garza



COMÚN SOY/


Común soy

común me veo

común me siento

tengo dos ojos

dos manos

dos oídos

dos riñones

tengo un esternón

un corazón

una vejiga

un sexo

y quiero seguir así

común y corriente

que no me falte nada

parecer normal

parecer certero

parecer igual a todos

y quiero, a pesar

de la individualidad,

de los defectos

y de los accidentes,

hacer creer a todos que

soy común y corriente

nada más por miedo

por autodefensa

por comodidad.


REPETICIÓN TRAS REPETICIÓN /

Comúnmente repito

detalle a detalle

lugar a lugar

instante a instante

esos actos que pienso

quiero o me ordenan

hacer en ritual

no exacto

pero que sabe a igual

a ese pasado mañana

y a un metaayer que

como desde hace mucho

ya parece un sempiterno

lugar común

que hace que la vida

sólo sea diferente

en los sueños

en el cine

y en la tele.


SOY UN LUGAR COMÚN /

Soy un lugar común

Soy predecible

Soy repetitivo

Soy obvio

Soy

Día a día

Voy al baño

Como y bebo

Leo y veo

Hablo y oigo

Camino y corro

Duermo y sueño

Así una y otra vez

Lo mismo

Siempre Igual

Cíclico soy

Como todos

Común y corriente

Soy

Soy igual

Soy el mismo

Soy yo

Soy


Razones para No Sentir











Linda González

I

No sé contemplarme

desde afuera

siempre termino

derramándome

sobre las hojas

II

Hablar sobre mí

o de ellos

da lo mismo

todos llevamos

piedras sobre el regazo

todo estamos

clavados al madero


Días seculares

  • Entre los personajes de Los Santos Días de la Poesía, se encuentra Alejandro Rosales Lugo, quien el pasado viernes 17 de julio presentó en el Auditorio del Centro Cultural Tamaulipas, su libro de edición más reciente: Personajes de mi ciudad. Locos, cuerdos y sabios.
El maestro ha declarado que no se estará quieto los próximos meses, y junto a sus locos, cuerdos y sabios recorrerá el estado, el país, el mundo.

  • En Matamoros, los poetas Joaquín Peña Arana, Ramiro Rodríguez y Ruth Martínez Meráz, junto a los integrantes del Ateneo Literario José Arrese, preparan para el II Recital Literario Voces desde Casa Mata que tendrá lugar el próximo 28 de agosto con motivo del XXXVI aniversario luctuoso de la escritora chaipaneca, Rosario Castellanos.