Wulfrano
Arturo Luna Ramírez
Este quinto encuentro de poetas, primero al que asisto, ha sido para mí una experiencia tan
grata como ilustradora, una ventana al mundo simultáneamente lúgubre y luminoso
no sólo de la poesía sino de algunos de sus creadores, compañeros de andanzas,
como la entrañable Arminé Arjona decía, hermanos de letras, de risas, de tardes
calurosas entre olas y sol, y acompañantes de cantos en la madrugada.
Llegué junto con
el amanecer, acompañado de mi muy querido amigo Alejandro Martínez. Un Tampico
lleno de lluvia que se deshacía en pequeños alfileres acuosos en precipitada
trayectoria nubes abajo. Inspiradora llegada, lo sentí con un abrazo fraterno,
bienvenida que una tierra prometida nos ofrecía, dejándonos mojados y cargados
de una ilusión expectante.
Nos fuimos directo
a conocer el Centro Cultural Bicentenario, escenario donde se daría buena parte
del encuentro y de ahí, a saludar al Golfo, en esa parte donde se comienza a
hacer norteño, muchos kilómetros arriba de donde yo lo conocía. Tras hacer el
primer contacto arribamos al hotel, donde un estruendoso evento nos recordó que
estábamos en Tamaulipas, “cuídate mucho, que esas cosas pasan” me decían antes
de partir. Las cuchillas de un poste eléctrico nos habían jugado una broma.
El encuentro
comenzó como es debido, con la inauguración de funcionarios, autoridades y
poetas, y claro, autoridades poéticas, quienes nos dieron otro afectuoso
recibimiento al dejarse escuchar, musicalizados, en un recital magnífico a
cargo del Maestro Carlos Acosta. La tarde se hizo noche entre catrinas, ríos
verdes y el calor de Ciudad Madero.
Durante el
encuentro, conocí a poetas de varias partes, tamaulipecos la mayoría, otros
exiliados voluntarios y gozosos que viven profusamente aprovechando las
facilidades de las nuevas tecnologías y las pequeñas distancias, como apunto
Lorena Illoldi, luchadora de letras, mujer fascinante que me arrancó más de una
carcajada, presencia imprescindible; Mary Paz Mosqueda, Martha Izaguirre,
Carmen Amato, Magdalena Guerrero, Andrea De León, Elí Loya, Lucía Mendoza,
Gabriela Chávez y su sensible lente… , sobra enunciarlos completos, pues todos
me dejaron una enseñanza, una ilusión de porvenir, un deseo de seguir vivo.Para
todos, mi admiración, respeto y gratitud, su amistad ya es entrañable.
La visita a la
Secundaria 19, una de las mejores experiencias, los muchachos tan
participativos como nunca he visto, ni siquiera en la Universidad, fiel a los
principios de los adictos veracruzanos, los invitamos a leer, y grande como
agradable sorpresa fue que se animaran a leer. Caían de entre sus labios
palabras y emociones, tupidos como la lluvia afuera del auditorio.
Lo que siguió
fue un sembrar de vida, de inspiración y placentero asombro. Creo sinceramente
que no fue un encuentro, sino un reencuentro. Grato fue ver de nuevo a Celeste,
a Marisol, a Erika, a Ipatzi, e insisto, re-conocer las voces, en palabra,
canto y música, de los demás compañeros.
Sea pues que
estos Quintos Santos Días de la Poesía sean, la continuación de un viaje, de un
sueño, de una realidad, y como dijo el Maestro Acosta,
sembramos flores en el mar, y creo que ya están floreciendo.
Gracias a
Celeste Alba Iris por la convocatoria y mi reconocimiento por el esfuerzo y la
paciencia a ella y a todos quienes lo hicieron posible.
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