Por Marisol Vera
Cuando Celeste Alba Iris me invitó al primer encuentro de escritores Los Santos Días de la Poesía , a principios del año pasado, no tenía idea de todas las cosas positivas que vendrían. Nunca había ido a un evento de esta naturaleza. Sabía que existían los encuentros de escritores, como los encuentros de médicos o de corredores de autos, y mentiría si dijese que no me había visto tentada a participar, pero no estaba en mis planes inmediatos asistir a uno.
Había conocido a Celeste a través de sus letras: un lance privado con aquel breve poemario Costumbre de vivir, publicado por la Universidad Autónoma de Tamaulipas en 1999. “Metástasis”, sigue siendo el poema que más me gusta. Estos versos iniciales: “Amaneces con otro rostro, / la sombra marcada, padre mío”, definitivamente, se me untaron a la memoria. Mi respuesta inmediata ante la amable invitación fue un tímido “no”. Me acababa de estrenar como madre, tenía las emociones colgando de una viga y muchas cuentas por pagar. Ocupaba mis madrugadas en leer viejos libros y en escribir algunos poemas que luego verían la luz en una plaquette: Crónica del silencio (Letras de pasto verde, 2009).
La oportuna terquedad de Celeste por halar a esta desconocida, que era yo, finalmente hizo posible que me reuniera con otros aventurados poetas en Ciudad Victoria. De allí partimos a Jaumave, donde, un antiguo nogal llamado “El abuelo”, nos escuchó soltar palabras en el viento. De los asistentes, me resultaba familiar Arturo Castillo Alva, de quien ya he hablado en otros textos, por ser uno de los escritores que marcaron mi entrada al panorama literario de Tamaulipas. Reconocí también a Carlos Acosta, a quien alguna vez escuché leer algo de su Espiral de luz (ITCA, 2003) en la Casa de la Cultura de Tampico. Al día siguiente me regalaría su obra más reciente: Marotas. Nombres más podría traer aquí, entre los que se tejió una singular camaradería. Lo más importante, el deseo de formalizar un círculo de lectura y análisis de los creadores de nuestro estado.
Este año el encuentro contó con el apoyo del FONCA. Algunos volvimos con renovados entusiasmos. Rostros nuevos se añadieron al viaje y otros, sencillamente, siguieron en busca de horizontes distintos. Las voces de los participantes, quedaron registradas con la publicación del libro Aquella voz que germina, retrosubjetiva de la poesìa tamaulipeca, en la Colección Centenarios de Gobierno del Estado.
Fotografìa de Norailiana Esparza Mandujano
No hay comentarios:
Publicar un comentario